Entiendo, a usted, por ahora, no le alcanzan las razones. Agarre esta taza, vamos, siéntese, por favor, así, eso es, no llore. ¿Estaba usted al tanto de las ocupaciones de su hijo? ¿Nunca se había preguntado cómo compraba zapatillas, ropa, cigarrillos? Usted me entiende. Cuando volvía a las ocho de la mañana con todo ese dinero ¿Nunca sospechó nada?
¿Se acuerda, cuando todavía era un niño, cuántas veces vine a pedirle que me devolviese las cosas que me robaba de la despensa? Usted buscaba en sus bolsillos y rescataba chocolates, caramelos y hasta un mazo de cartas una vez. Yo sé que se acuerda. Siempre fue lo mismo. Usted nunca hizo nada, Pensaba que ya dejaría de hacerlo solo, que era cosa de chicos ¿Y cuando me mató los dos gatos? Los bañó en kerosén y los prendió fuego el hijo de, perdone usted. Usted no vio esas dos bolas incendiadas corriendo entre los yuyos secos. Pero no me va a decir que no se enteró tampoco de los bomberos y todo el lío. ¿Y usted qué hizo?
Después, como era de esperar, a medida que fue creciendo la cosa se fue poniendo cada vez más densa, coincidirá usted conmigo. ¿Más café?
Creo que debe haber sido por la época en que abandonó la secundaría, como a los 14 ¿no? Usted me pidió paciencia porque -dijo- estaba atravesando una crisis adolescente. Ese día me había asaltado con sus amigos, tenía una media suya en la cabeza y un cuchillo en la mano, me llevaron los doscientos pesos de la caja. ¿Se acuerda? Usted no tenía para devolverme y tuvo que pedir prestado a una prima. Pero ¿y el susto que pasamos ese día? No es que yo hubiera pensado en aquel entonces que podía lastimar a Norita, que siempre trabajó conmigo desde que nos casamos, si lo conocíamos desde chico, pero...
Mis hijas tuvieron que dejar de jugar en la vereda porque siempre las hacía llorar. Mire que ya era grandulón el nene y las chicas una cinco y la otra siete. A mí para esa época ya me tenía podrido mire, perdone usted, entienda que no mido algunas palabras y usted se pone mal, claro, la situación. ¿Se acuerda cómo me enojé el día que casi me choca a Camila, la más chica, con esa moto que venía escapándose no sé de dónde a esconderse a su casa? Yo le dije que su hijo iba a terminar mal. ¿Qué había hecho ese día? ya ni me acuerdo, pero sí recuerdo mi exacto pronóstico: su hijo va a terminar mal. ¿Quién diría que tuve que ser yo mismo quien cumpliera semejante profecía? Y usted siempre ahí, sin hacer nada, sin decir nada, ahora se acuerda de llorar, de gritar así como grita y me dice que va a llamar a la policía, le pido por favor, ¿otro café?, tenga cuidado, con lo linda que era esa taza, cálmese, deje eso por favor, mire que todavía tengo una bala y no quisiera después de tantos años, usted me entiende, claro.
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